Los efectos socio-económicos de una crisis económica se mantienen varios años después que ocurre el ajuste y México así lo demuestra. Un reciente informe del Banco Mundial señaló que este país demoró una década en reponerse de las consecuencia de la crisis de 1995 y reducir el aumento de la pobreza provocado por ésta.
Luego de la crisis de 1994-1995 tomó más de diez años a México volver a los niveles de pobreza que existían previo a la crisis, expuso el organismo. Destacó que las mujeres son más vulnerables a las crisis y que en una situación de contracción económica, los hogares reducen preferentemente el gasto en educación y compra de alimentos.
Un aspecto que explora el documento, es la relación entre los procesos de apertura y liberalización económica, de los que ha sido activo promotor, y la forma en que las personas son afectados por esas crisis cada vez más frecuentes.
Expone: la globalización ha incrementado la interdependencia entre países y, como resultado, ha hecho a los hogares más vulnerables a choques externos, al transmitirles las crisis económicas y la volatilidad.
Además, la dinámica demográfica, así como el crecimiento de las áreas urbanas y la migración, aumentaron el riesgo y las consecuencias de desastres naturales y del cambio climático.
Y a continuación agrega: los años 2008 y 2009 fueron marcados por uno de los más serios descensos en la actividad económica en los tiempos recientes, originado en los países desarrollados y con consecuencias en los países emergentes y en desarrollo, al mismo tiempo en que una secuencia de choques mundiales, relacionados con el precio de alimentos y combustibles, los había hecho ya vulnerables. Esto provocó sustanciales impactos sociales.
Las personas pobres, así como las que se ubican en los estratos medios de ingreso, son extremadamente vulnerables a choques como los ocurridos con el precio de alimentos y combustibles y, posteriormente, el de la crisis de 2008-2009, no sólo en los países de ingreso bajo, sino también en los de mediano, señala el documento.
De acuerdo a la clasificación del Banco Mundial, México es un país de ingreso medio, con 8 mil 900 dólares por habitante y algo más de la mitad de la población, 51,3%, es pobre.
Los pobres tienen acceso limitado a mecanismos de gestión de riesgos y escasa posibilidad de adaptarse, lo que afecta de manera negativa a largo plazo el capital humano y mantiene el ciclo intergeneracional de pobreza. Las crisis también afectan a las clases medias ya que las ponen en riesgo de perder su empeo, ingresos y caer en situación de pobreza.
La discusión que plantea el Banco Mundial como parte de su estrategia para los próximos diez años tiene que ver con retomar la experiencia de las crisis recientes y sus consecuencias sociales, que se resienten por un periodo prolongado, con el objetivo de reforzar mecanismos de protección social.
Uno de los mecanismos que, menciona, han funcionado para reducir la pobreza son las transferencias condicionadas de efectivo a familias, como Oportunidades en México o Bolsa Familia, en Brasil.
En varios países de ingreso medio los programas de transferencias condicionadas de efectivo, como Bolsa Familia y Oportunidades han funcionado como instrumentos para reducir la pobreza estructural. Sin embargo, esos programas pudieron ampliarse rápidamente cuando los países fueron afectados por crisis financieras, establece.