Desde su primera fecha de publicación, La riqueza de las naciones tuvo una excelente acogida y a Adam Smith le permitió transformarse en una autoridad indiscutida sobre materias económicas. Uno de los méritos destacados de este libro fue combinar una teoría de la naturaleza humana con observaciones prácticas de la vida económica.
Smith enriqueció la economía con un nuevo supuesto: en materia económica, el ser humano se mueve principalmente por su interés individual antes que por el Bien de los demás. En uno de sus pasajes más conocidos, Adam Smith explica esta teoría al señalar que el pan no lo obtenemos en el Mercado por la benevolencia del panadero, ni la carne por la benevolencia del carnicero, sino porque éstos buscan una Ganancia monetaria. Este hecho se repite, según él, en todas las esferas del ámbito económico. Sin embargo, no implica que las personas se muevan siempre egoístamente. A su juicio, el interés propio se ciñe de manera exclusiva al ámbito económico, pero en otros aspectos de la vida es perfectamente posible -y es incluso un deber moral- ser generoso.
¿Cómo es posible que una Sociedad donde cada uno vela por su Interés económico funcione perfectamente? ¿Cómo es posible, por ejemplo, que una persona pueda encontrar de todo para comprar sin habérselo dicho previamente a nadie? La respuesta que da Adam Smith es que se logra gracias a una "mano invisible" que coordina los mercados y los distintos intereses propios, los que, gracias a ella, se armonizan espontáneamente.
La importancia de la mano invisible aumenta en la medida en que la Sociedad se va desarrollando y la división del Trabajo crece. Así, la labor de este mecanismo viene a ser el uniformar información cada vez más parcializada y dividida ente los individuos.
La existencia de este orden natural hace que la interferencia gubernamental sea indeseable en la mayoría de las materias, y es precisamente por esto que Adam Smith se identifica con el Laissez Faire. Las labores del gobierno, por lo tanto, deben centrarse en la defensa interior y exterior, en administrar justicia y en proveer Bienes Públicos (por ejemplo, hacer caminos). El resto lo debe hacer la mano invisible.
Sin embargo, Adam Smith no era dogmático. La tolerancia, característica de su personalidad explica por qué, a pesar de ser un liberal, no sólo aceptó, sino que también propuso algunas intervenciones de la autoridad en temas como la educación e, incluso, la beneficencia pública.
A pesar de su relevancia, Adam Smith menciona a la mano invisible una sola vez en todo el texto. Claro que su existencia está implícita en toda su obra.
Para Adam Smith la División del Trabajo es la principal fuente de Crecimiento y Desarrollo de un país. Esto es posible debido a que aumenta la habilidad del trabajador al dedicarse a un número pequeño de operaciones. Su postulado lo ejemplifica con una fábrica de alfileres (y lo hace porque existía una fábrica de alfileres muy cerca de la casa donde vivía cuando era niño). Si un alfiler fuera hecho íntegramente por un trabajador, este hombre se demoraría mucho en estirar el alambre, luego en cortarlo, luego en afilar la punta para finalmente ponerle una cabeza. Es decir, si diez personas realizan aisladamente alfileres, podrían hacer sólo unos cuantos por persona; en cambio, si trabajando juntos cada trabajador se especializa en una parte del proceso (sólo uno corta, el otro estira el alambre, el otro pega la cabeza, etc.), al final del día se tendría una producción muchísimo mayor. Ésta es la clave del Crecimiento Económico.
No obstante, a pesar de los grandes beneficios que le genera a un país la División del Trabajo, Adam Smith considera que esta división es la causa principal de que un grupo importante de la población se idiotice, al tener que realizar labores muy mecánicas. Aquí radica la importancia que le da este autor a que el Estado incentive la educación y la religión como una forma de mitigar este mal causado.
Este último punto refleja Bien la personalidad de Adam Smith como un liberal moderado; si Bien a priori era contrario a la intervención de la autoridad en materia económica, siempre estuvo dispuesto a incluir excepciones a sus reglas generales.