Expresión utilizada en Macroeconomía, a nivel de los agregados económicos y monetarios.
Tendencia que muestran las personas a escoger activos líquidos frente a otros de más difícil realización. El término pertenece al marco conceptual desarrollado por John M. Keynes, quien lo utilizó para analizar el comportamiento de la Demanda monetaria.
La Demanda monetaria está conectada con dos funciones principales que cumple el Dinero: la de ser un medio de cambio y la de servir como Depósito de Valor. De allí derivó Keynes tres razones que estimulan la conservación del dinero y que explican la preferencia por la Liquidez: el motivo llamado de transacciones; el originado por la precaución y el correspondiente a la Especulación.
El primero de ellos gobierna la Demanda de Dinero necesaria para financiar las transacciones corrientes de los Consumidores y de las empresas. La cantidad de Dinero necesaria dependerá, por lo tanto, del Valor global de las transacciones que se realicen, y esté estará influido, a su vez, por el nivel de la actividad económica en general.
El motivo precaución lleva a conservar dinero para necesidades futuras y contingencias imprevistas.
Esta demanda depende también, en buena medida, del nivel de la Renta nacional, aunque se ve afectada por otras razones de índole psicológico, como la inseguridad. El Dinero necesario para la Especulación lleva a conservar Dinero para realizar adquisiciones ocasionales ventajosas y para colocarlo a Interés.
La propensión a demandar dinero para este fin depende del interés que pueda lograrse en el Mercado y de las Expectativas que tengan los individuos en cuanto a la evolución futura de las tasas: cuanto mayor sea el tipo de Interés mayor resultará el Costo de conservar Dinero en forma de efectivo.
Estos tres factores, combinando sus mutuas influencias, determinarán el monto de la Liquidez que el público desee retener y afectarán, en consecuencia, la Demanda total de Dinero.
En inglés liquidity preference.
Ver Propensión a la Inversión.
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