En términos económicos, John Stuart Mill es considerado como el último gran economista clásico. Con su muerte termina una tradición cuyos principales exponentes son -además de Mill- Adam Smith, Thomas Malthus y David Ricardo.
Uno de los principales libros de Mill es Sobre la libertad, el cual se transformó en una fuente del Liberalismo, y es donde expone el principio absoluto que debería gobernar las relaciones entre la Sociedad y sus miembros. Este principio consiste en la no intervención de la autoridad, ya que las personas son soberanas en sus Acciones. Como ejemplo, Mill señaló que el Estado no puede impedir a una persona que pase por un puente en malas condiciones en consideración de su propio Bien. Sólo podrá aconsejar, advertir o incluso suplicar, pero en ningún caso obligar a alguien a que haga algo -o deje de hacerlo- por su propio Bien. Este ejemplo se proyecta a la gran mayoría de los actos sociales y, por supuesto, a los económicos. Aquí se inscribe su férrea defensa del Laissez Faire " A juicio de Mill, cuando el Estado interviene, en general lo hace tarde o lo hace mal.
Sin embargo, este autor no era dogmático y con el paso del Tiempo fue introduciendo una serie de excepciones a su doctrina de la no intervención del Estado en el campo económico. Planteó que una vez cumplidos sus deberes de policía, la autoridad podía hacer mucho, directa o indirectamente, para ayudar a mejorar el bienestar material de la gente. Una de las excepciones más famosas al laissez faire que Stuart Mill menciona es el caso de reducción de horas de Trabajo. Para él, la única forma de acortar la jornada laboral era por ley, puesto que para lograrlo se necesitaba que todos los trabajadores se organizaran, lo cual era muy improbable (se debe recordar que en esa época, en plena Revolución Industrial, los horarios de Trabajo duraban muchas veces más de dieciséis horas diarias).
Si Bien se puede criticar la incongruencia de John Stuart Mill, gran parte de sus excepciones al laissez faire, con el Tiempo, se fueron transformando en leyes adoptadas en distintos países. Por lo tanto, el hecho de que asumiera que el Laissez Faire debía ser la regla, y cualquier desviación del mismo debía hacerse sólo cuando no quedara alternativa; no está tan lejos del principio de subsidiaridad tan común en nuestros días.
Introducidas sus excepciones, Mill llegó a afirmar la ahora famosa dicotomía entre las leyes. Por una parte, existían las Leyes Económicas de producción, que eran gobernadas por leyes inmutables que se debían acatar. Por otra, existían las leyes sociales de la Distribución, las cuales no estaban determinadas sólo por las fuerzas económicas. Según Mill, las leyes de la distribución son casi por entero materia de la voluntad de cada uno y de las instituciones humanas, las cuales, a su vez, son Producto de valores, costumbres, filosofías sociales y gustos cambiantes.
Respecto del futuro de la Sociedad, Mill tenía una concepción similar a la de David Ricardo, según la cual en algún momento se detendría el Crecimiento Económico, y la Sociedad entraría en un estado estacionario. Esto se produciría por una suma de diversas causas: los progresos técnicos, la Ley de Rendimientos Decrecientes, la acumulación de Capital y el incremento de la Competencia de las empresas. Estos componentes se combinarían y darían como resultado que las Ganancia de los productores disminuyeran y la Renta de la Tierra se incrementara. De este modo, la economía en algún momento pasaría de crecer a estancarse.
Lo curioso es que Mill, a diferencia del pesimismo de otros autores como Malthus, miró con complacencia ese paso de un estado progresivo a un Estado estacionario. En este último, podrían evaluarse los problemas de equidad en la Distribución y las reformas sociales podrían realizarse con rapidez, siempre que existiera un férreo control a la natalidad, ya que su ausencia, sostenía Mill, era una de las causas principales de la Pobreza.
El estado estacionario se convirtió, para este autor, en una especie de utopía en la que al haberse alcanzado la opulencia, el Estado podría resolver los problemas que realmente importaban, es decir, la igualdad de la Riqueza y de las oportunidades.